Estas tres miradas (el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino) son las que nos han acompañado estos días de celebración del triduo de nuestro Fundador, el Padre Claret. No son pocos las referencias de la vida de este santo las que cada uno puede traer al recuerdo. Su biografía enriquece nuestra fe, nuestro vivir y nuestro obrar. Su vida se nos presenta como parte de esa llama que arde, que brilla para alumbrar, en medio de un mundo necesitado de ejemplos, de testigos, de personas que señalen al Padre.
Además, contamos con la ayuda de su intercesión a lo largo de toda nuestra vida. Todos necesitamos sabernos en manos de alguien, de personas que nos sostienen de una manera muy especial. Nosotros tenemos la suerte de contar con Claret, que nos pone delante de María, la Madre que no deja de interceder por sus hijos.
Finalmente, él se deja modelar en el fuego del amor de Dios y se siente tomado e impulsado por las manos de María, que le arroja allí donde haga falta. La vida de Claret, como ha de suceder con la nuestra, se va transformando. Al principio su ardor apostólico le movía a todas partes, su inquietud se hace presente en la amplitud del terreno sembrado por él… sin embargo, al final de su vida simplemente se deja llevar por quien no quiere y a donde no quiere, para que Dios sea conocido, amado, servido y alabado por toda criatura. Es ahí cuando vive con mayor intensidad la eucaristía y crece en generosidad y fidelidad hasta los últimos de sus días.
Claret es un Hijo del Corazón de María que nos abre la puerta de la participación en su destino, nos invita a imitar a Cristo y dejarnos configurar por el Espíritu en el interior del Corazón de nuestra Madre.
María Armas, Centro menor de Tenerife