En tiempo de Pascua, alegría de compartir: Jose Moreno

Esta Semana Santa hemos estado, junto con nuestros hermanos claretianos y varios jóvenes de diferentes lugares del sur de España, en Valencia del Ventoso (Badajoz). ¿Para qué? Sencillamente, para compartir los días centrales de nuestra fe en un lugar y con unas personas concretas. Ha sido un tiempo de GRACIA en el que hemos palpado el paso del Señor por nuestras vidas. Una experiencia que ha tenido lugar desde dos perspectivas diferentes pero totalmente complementarias: la pascua misionera y la pascua contemplativa. Dejemos que sean algunos de los participantes los que nos abran su corazón para asomarnos a lo que ha pasado por ahí estos días.

PASCUA CONTEMPLATIVA

Suena el despertador. Como todos los días, me ducho y desayuno en piloto automático, con las fuerzas justas para salir de casa. A partir de aquí me zambullo en la rutina: las clases, los estudios, el deporte, los amigos… En primero de carrera de Administración de Empresas nos enseñan los conceptos de eficiencia y eficacia, y desde entonces, forman parte de nuestro ADN. Aplicaciones, recordatorios, alarmas… Las citas y los compromisos se suceden. La presión por cumplir un horario es alta. No es que lo que hagamos sea malo, o poco constructivo. Es que simplemente seguimos la vida que nos ha dado en función de una decisión pasada, sin volver a plantearnos, como si las decisiones fueran dos o tres en nuestra vida, y el resto de ella se resumiera en aceptar las consecuencias. Con estos conceptos, la oración, la escucha o la contemplación parecen no tener lugar. No voy a echar balones fuera, siempre he sido mucho más Marta que María. Simplemente es más fácil en una rutina perderse en la sucesión de tareas, y olvidar que solo una cosa es importante.

Pero hoy es diferente. He puesto rumbo a Valencia del Ventoso. Tampoco es que haya sido una decisión muy razonada. Dios tuvo a bien rodearme de las personas adecuadas, con las cuales a veces encuentro el camino, aún sin yo buscarlo. Y tras una acogida que supera cualquier razonamiento que no esté basado en la Fe, empieza una semana diferente. El mismo Dios que tuvo a bien rodearme de las personas adecuadas, decidió hace más de dos mil años que entregaría a su único hijo en el mayor relato de amor de la historia, y esta semana lo recordamos.

Y de repente, en medio de los ruidos, surge el silencio. Y de repente, tus tareas se reducen a callar y contemplar. Y es en ese momento, cuando dejas de ser protagonista, cuando ya no puedes hacer nada más, el momento en el que es Dios quien toma la palabra. Jesús avanza, decidido, por la Pasión. Y nosotros, ante el reto de describir el momento, nos servimos de la Palabra y los iconos. Y como meros espectadores, lo vemos avanzar a la cruz. Son días de oscuridad, y muchas veces de no comprender. ¿Por qué lo hizo? Parece claro que podría haberlo evitado. Ni Pilato parece convencido de su acusación, pero Él sigue adelante, confiado. ¿Lo hizo por mí? Es imposible contemplarlo y no sentirse interpelado. Algo se mueve.

Se hace la noche. Todo ha acabado. Jesús ya no está y solo queda la duda, el miedo. Vienen a la cabeza muchos momentos, de buscar y no encontrar. Es difícil entender a veces por qué Dios se manifiesta de forma tan sutil, por qué no da simplemente un grito, que no sea posible no escucharlo. Quizás haya llegado el final. ¿Me voy? ¿Tenía todo esto sentido? Llega el momento de tomar una decisión. Lees de nuevo la Palabra. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?» dice Pilatos. Jesús no se inmuta. Tiene la salida ahí, pero sabe del plan de su Padre y sigue adelante.

Nosotros contamos con ventaja. Conocemos el final y nos inquietamos, sabemos que es inminente. Y efectivamente, llega, y lo festejamos con cantos y alegría. Y volvemos a casa con el enorme gozo de saber que ha resucitado. Pero fuera del calor de la resurrección, de vuelta en el día a día todo es incertidumbre. Hemos sido testigos de que el Amor vive, y aun así dudamos. Pero esta vez es diferente. Sabemos que es parte de lo que Dios tiene preparado para nosotros, y en la noche, cogemos de nuevo nuestra cruz, y en la confianza de sabernos amados por Dios seguimos avanzando, sabiendo que, para encontrarme con Él, tengo primero que olvidarme de mi mismo. «Creo Señor, pero aumenta mi Fe». Pues ojalá.WhatsApp Image 2018-04-08 at 20.58.11

Jose Moreno