‘La vocación es cuestión de hambre, no de apetito’

6376full-imagenfull-actividadfull-pjvfull-1710Este fin de semana hemos participado en las Jornadas de Pastoral vocacional que organiza Confer desde hace ya cuarenta y siete años. La orientación de las Jornadas ha tenido como telón de fondo el próximo Sínodo de los obispos sobre los jóvenes y hemos pasado el fin de semana a vueltas con la necesidad de acompañamiento vocacional que tenemos todos, especialmente los jóvenes.

Los ponentes han sido personas de una gran profundidad, de cada uno de ellos nos hemos llevado una nueva enseñanza, una nueva ventana abierta al fututo:

  • La tarde del viernes estuvo a cargo del jesuita José Mª Rodríguez Olaizola, con la ponencia “Los jóvenes de hoy…y la fe de siempre” en la que fue mezclando exposición teórica y música.
  • La mañana del sábado la compartimos con el sacerdote canosiano Amedeo Cencini con las ponencias: “Fe y vocación” y “Discernimiento para una vida en seguimiento”. El final de la mañana Lola Arrieta continuó profundizando en el tema del acompañamiento personal como dinamismo pastoral.
  • En la tarde del sábado hubo una mesa de experiencias y terminamos con un concierto testimonio del cantautor cristiano Nico Montero.
  • La mañana del domingo estuvo con nosotros Fabio Attard presentándonos “los elementos fundamentales de una pastoral juvenil vocacional”.

Como veis una gran riqueza y variedad de personas que nos ayudaron a profundizar y enriquecer nuestra propia vocación y nuestra forma de ayudar a los otros a encontrar su propia vocación. Porque esa debe ser la primera vocación de cualquier cristiano y más aún de cualquier consagrado: ayudar a otros a descubrir el sentido profundo de su vida, el sueño de Dios para su camino.

De todo lo que he escuchado estos días, una frase resuena con particular intensidad y quiero compartirla con vosotros. La dijo José Mª Rodríguez Olaizola: “LA VOCACIÓN ES CUESTIÓN DE HAMBRE, NO DE APETITO” y ¡qué gran verdad me parece hoy que encierra! El apetito tiene mucho que ver con lo que me “apetece”, con lo que no es imprescindible, aunque sea bueno, con lo que hace más agradable y mejora nuestra vida, pero no es vital. Sin embargo, el hambre (sensación que, nos recordaba Olaizola, las personas que vivimos en el mundo desarrollado occidental no conocemos realmente…) es algo vital, básico, una sensación que no deja lugar a la duda y que no debe posponerse en la respuesta. De la misma forma encontrar la propia vocación y darle forma y cauce, es una cuestión de hambre, porque es una necesidad vital, porque de ello va a depender toda la felicidad futura y toda la orientación de nuestra vida. Así que ¡cuántas gracias debemos dar por el regalo de haber descubierto nuestra propia vocación! Y a la vez qué gran responsabilidad tenemos también, porque debemos ayudar a los demás a descubrir su propia vocación, ayudarles a ponerse a la escucha de la voz de Dios que pondrá nombre concreto al camino que sueña para cada uno.

Si ya conoces tu vocación, vívela con toda la intensidad de que seas capaz…y si no, no pierdas tiempo, ponte a la escucha. Lánzate a buscarla, es la aventura más importante de nuestra vida. Pregúntale al Señor: ¿Qué quieres de mí? ¿qué puedo hacer por Ti?  Y Él hablará, seguro.

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