Eslabones nº 224

‘La esperanza no defrauda’. Son las palabras con las que el Papa Francisco nos invita a vivir este nuevo año que comienza. Nos fija la mirada en una realidad que, si bien no es del todo reconocible y se nos escapa entre los dedos en tantas ocasiones suplida por el descontento, la desilusión, el fracaso…, sigue más viva que nunca en todos los hombres. ‘Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien’ (cfr. Spes non confundit nº1), un corazón que nos hace arder ante algunas vivencias y se siente frío ante otras. ¿Qué pasa en el corazón del hombre para que esté habitado por esa frialdad que nos anestesia y nos hace insensibles? O mejor aún, ¿qué no pasa? Porque lo que no cala el corazón, lo que no entra en esta centralidad de la persona que toca la identidad más profunda es como el agua que resbala por una superficie impermeable. Ni siquiera moja. Solo deja un rastro que desaparecerá en breve, fugaz, casi irreconocible.