‘Oh Virgen y Madre de Dios, yo me entrego por HIJA TUYA…’. El segundo trimestre del año está marcado por la fiesta más especial de todas: el Corazón de María. Celebrar lo nuclear, el lugar donde Dios nos regala estar, por don, por gracia, donde nos pide vivir y encarnar nuestra vocación.
‘Estaréis en el Corazón de María y eso os bastará’, nos dijo el padre Claret en nuestro libro fundacional, ese que tanto lo ocupó y con tantísimo empeño lo sacó adelante. ¿Hay lugar mejor para entregar la vida que el Corazón de María? Supo entrever Claret que nos dejaba depositadas en el más especial de los espacios, donde la voluntad de Dios se hace real en la vida entregada de sus hijas, donde el fuego de ese Corazón nos moldea y nos envía
a la vida ordinaria para hacer también latir ahí este Corazón de Madre.
Prolongar la maternidad de María es para nosotras el empeño de toda una vida, sabiendo que la clave está en dejarse hacer, dejar que Dios mismo lo realice. Con el corazón en el Corazón y la vida misma en medio de los hermanos que tanto desean un abrazo de cariño, una palabra de aliento, un estar callado pero certero, vivo.
El Corazón de María sigue haciéndose presente a través de sus hijas en medio de este mundo. Por nosotras… que casi nada somos.