El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres, a vendar los corazones rotos, a pregonar a los cautivos la liberación y a los presos la libertad; a proclamar el año de gracia del Señor’ (Is 61, 1-2). Este ha sido el deseo del corazón durante este tiempo. La proclamación de un año jubilar por el 50º de nuestra Aprobación Pontificia ponía el acento y la atención en el paso del Señor. Seguras de que sería un tiempo de gracia, por puro don de Dios, porque el agradecimiento abre la mirada y el corazón a su descubrimiento en las pequeñas cosas, ya en su finalización podemos asegurar que el Señor no defrauda.