Mi nombre es Ricardo Iglesias, estoy casado, futuro padre de un niño que nacerá en octubre y seglar claretiano. Desde hace nueve años desarrollo mi actividad profesional en Caritas Diocesana de Tenerife, como trabajador social.
Mi trabajo consiste en acompañar al voluntariado de las caritas parroquiales en su acción caritativa, actualmente lo llevo a cabo en la zona de Taco.
Para mí el Corazón de María es la máxima expresión de amor de madre hacia un hijo. Un amor que nos acoge con paciencia y esperanza, que nos envuelve para sentirnos hijos y superar cualquier barrera o dificultad que la vida nos proponga.
En la realidad de mi trabajo veo el Corazón de María a diario en nuestros servicios de acogida parroquial, donde las personas acuden a resolver algún problema fundamentalmente de alimentación, pero donde se encuentran una iglesia abierta, cercana y acogedora. Unas voluntarias y voluntarios de caritas que apartan por un momento los problemas y acogen a esas personas como lo haría una madre. Con una mirada de amor incondicional hacen que las personas se sientan valoradas por lo que son y no por lo que tienen, hacen que sepan que hay un Dios Padre que los acompaña y cuida en su día a día.
Desde Caritas entendemos la acción social como algo mucho más profundo que el simple hecho de ofrecer ayuda. Debemos ser signo visible del amor de Dios al mundo, y acoger a las personas con una mirada de madre. En esa forma de cuidar nuestra acción es donde más claro se ve el Corazón de María en mi trabajo y así también, en toda Caritas.
Si tuviera que pensar dónde hace falta que el latido del Corazón de María sea más intenso creo que diría en la solidaridad de nuestras comunidades parroquiales, en el acercamiento a las realidades más pobres y de exclusión de nuestro mundo, en el apoyo y acogida de las personas migrantes, hermanos que necesitan nuestra hospitalidad y ser acogidos en el corazón de María.
En muchas ocasiones, ante situaciones de injusticia, pobreza o exclusión, nos centramos rápidamente en qué hacer, creamos proyectos, realizamos acciones significativas, etc. Pero no caemos en que lo importante es cómo o desde dónde hacemos lo que hacemos; cuando nuestras acciones vienen o pasan por el Corazón de María tenemos la seguridad de que al margen del resultado la persona que tenemos enfrente es acogida y amada como hijo de Dios.