Mi nombre es Ciso y tengo 31 años. Soy seglar claretiano y vivo mi fe con intensidad en la Parroquia Ntra. Señora del Pilar, concretamente en la Comunidad de Seglares Claretianos. Estudié trabajo social y actualmente presto mi servicio como educador de menores en un hogar de acogida ubicado en La Laguna. Realizo mi labor en la Fundación Proyecto Don Bosco, acompañando a los/as chicos/as desde el sistema preventivo que San Juan Bosco consideró como el método más eficaz y caritativo de tocar el corazón de los jóvenes que no tienen referentes educativos y afectivos que les permitan un desarrollo integral en su niñez y adolescencia.
En el hogar donde trabajo entran niños y niñas que han sido declarados judicialmente en situación provisional de desamparo por diversas circunstancias familiares y/o personales. Por ello, si la reunificación con la familia no fuera posible durante el acogimiento residencial, podrían permanecer hasta los dieciocho años.
En mi historia de fe el Corazón de María es como una fuerza del Espíritu que me mueve a acercarme a estos chicos y chicas para intentar que descubran el amor que Dios les tiene, a pesar del desapego familiar y de las faltas continuas de amor que han vivido a lo largo de su corta vida.
En mi realidad esta fuerza se hace presente cuando recuerdo mi propia adolescencia, y constato cuánto de difícil me resultó descubrir el sentido de mi vida y encontrar mi propio camino. Podría meter dentro del Corazón de María a todas esas personas importantes que me acompañaron con paciencia, generosidad y mucho amor desinteresado.
Desde ese «Corazón» intentó actuar con los chicos del hogar, sabiéndome muy mediocre pero con mucha responsabilidad. Rezo todos las mañanas en el coche de camino al trabajo para que todo se haga desde Su voluntad y para que mi intervención con ellos sea un testimonio del amor de Dios.
El latido del Corazón de María tiene que hacerse más intenso en las situaciones en las que combatimos los peores males que acechan a los/as hermanos/as más desfavorecidos de nuestra sociedad, para que desde nuestro «Sí» determinante, sepamos enfrentarnos a nuestros propios pecados cada día, y así poder ser rocas firmes y modelos de santidad en los que se puedan apoyar para encontrarse con la Madre que les ama, pero a la que no conocen.