Me llamo Ana y dentro de poco seré «mamá». Todavía me asusta esta palabra e incluso me atrevería a decir que me da un poco de miedo, ¿sabré cuidarlo?¿sabré educarlo?¿le daré muchos caprichos?¿cómo será?…. todas estas preguntas, entre muchas mas, resuenan en mí con la ya pronto llegada de mi hijo.
Soy de Sevilla, me case con Dani hace a penas un año. Actualmente estamos viviendo en Tenerife y compartimos nuestra fe en la parroquia del Pilar con la comunidad de seglares claretianos.
No podría hablar de esta experiencia sin incluir a mi marido. Este año para nosotros ha sido un año muy especial, nos trasladamos a Tenerife en el mes de agosto a vivir, ha sido nuestro primer año de casados y tenemos la alegría de saber que nuestra familia va a aumentar el próximo mes de Julio. En cuanto llegamos a Tenerife nos planteamos que este sería un año para cerrar proyectos, que aun estaban abiertos, un año para cuidar el uno del otro y también, para cuidarnos nosotros. Pero una vez más Dios nos vuelve a dar un gran regalo y es cuidar de nosotros para cuidar algo de él, algo tan delicado como un hijo de Dios.
Durante estos ocho meses siempre ha estado resonando dentro de mi la lectura de Jeremías «Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía, antes de que tú nacieras, yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones» y en cierto modo es lo que intento vivir en el embarazo, saber con certeza que nuestro hijo ya había sido elegido por Dios antes de que nosotros pensáramos en ser padres.
Aún no he decidido como quiero ser cuando sea madre, solo que me encantaría tener el corazón de la Madre, un corazón lleno de ternura, comprensivo, que da la vida, que corrige, que acompaña, que dice SI a la vida… así quiero que mi hijo conozca a la Madre al igual que yo la conocí a Ella a través de muchas personas y muchas circunstancias, pero en concreto a través de las hijas del Corazón de María. Ellas me enseñaron en muchas ocasiones a tener un corazón de madre, con su ejemplo, con su estar, su constancia y de esa forma es como yo quiero que Gonzalo (que es como se va a llamar) crezca y aprenda a amar a los demás, esto si que lo tengo muy claro.
Aún nos quedan muchas cosas por vivir y la experiencia de la maternidad no ha hecho nada mas que empezar, una experiencia que ya nos acompañaba desde el mes noviembre y que se estará con nosotros el resto de nuestras vidas. Momentos y experiencias en las cuales, como diría San Ignacio de Loyola, «actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo muy bien que en realidad todo depende de Dios».