En aquella época en la que surgía el Instituto, los hijos del Corazón de María tuvieron palabras decisivas. No necesita más que añadir la carta que escribió el Padre Pedro Schweiger, Superior General, que envía a los miembros de la Congregación en la fiesta de San Antonio María Claret de 1957. Dicha circular –que lleva por título Carta Circular sobre nuestra Institución hermana de Hijas del Inmaculado Corazón de María, Filiación Cordimariana– al tiempo que detalla el desarrollo de la Obra durante esos años, encuadra al Instituto dentro del nuevo marco de vida consagrada en la Iglesia, nacida con la aprobación de los Institutos Seculares.
Esto es lo que decía nuestro hermano:
«Animados del deseo de desarrollar y ver prosperar la rica herencia de instituciones y proyectos que nos legara nuestro Santo Fundador y Padre, Antonio María Claret, queremos llamar vuestra atención y recomendar a vuestro amor de hijos e interés de herederos, la obra genuinamente claretiana de Hijas del Inmaculado Corazón de María, con otro nombre, “Religiosas en sus casas”. Esta obra… fue uno de aquellos vislumbres geniales de nuestro Santo Padre, por el cual merece ser calificado como precursor del actual movimiento de los Institutos Seculares.
Así estaban las cosas cuando, el 2 de febrero de 1947, se publicó la Constitución Apostólica “Próvida Mater Ecclesia”, la cual… trazaba las líneas generales que habían de seguir… las asociaciones de fieles, cuyos miembros se proponen profesar en el mundo los consejos evangélicos… La predicha Constitución era obligatoria para toda clase de asociaciones con ese carácter, no sólo para las que se crearan en el futuro, sino también para las que ya existían, según declaró la misma Santa Sede en el Motu Proprio “Primo Feliciter” de 12 de marzo de 1948.
…se preguntó a la Sagrada Congregación de Religiosos si era posible aplicar a las “Religiosas en sus Casas” las normas de la Constitución “Próvida Mater” sin deformar la idea de nuestro Santo fundador. Y la respuesta… segura y normativa fue que, lejos de ir contra la idea del Padre Fundador deformándola, era su reforma el medio más eficaz para salvar aquella idea, dándole consistencia y garantía de éxito, y que en este punto era clara la voluntad de la Iglesia.
Nos consta que el cambio de rumbo de la Asociación de las Religiosas en sus casas y su nueva organización interna, han producido en mucho de los nuestros extrañeza muy explicable. Se ha dicho que la nueva Institución no es la de San Antonio María Claret, que Filiación Cordimariana no es lo mismo que las Religiosas en sus Casas, que los miembros antiguos se sienten desorientados y que los Padres ya no se sienten animados a procurar nuevos miembros. ¿Qué hay que decir sobre estas dificultades?… Una vez publicada esta Constitución, nosotros hacemos lo que haría nuestro Santo Padre si todavía viviese y estuviese al frente de las Religiosas en sus Casas. La fórmula breve, pero significativa y normativa, con que el Santo Padre Pío XII ha definido el movimiento llamado “de adaptación de los Institutos” es ésta: “Hacer lo que haría el Fundador hic et nunc, es decir, si viviese en nuestros tiempos».
Filiación Cordimariana debe ser autónoma en su régimen interno, dependiendo sólo del Gobierno General de la Congregación. El régimen de Filiación ha de ser jerárquico, centralizado, es decir, tendrá un Gobierno General, Gobiernos Locales en los Centros legítimamente constituidos y, cuando lo requieran las circunstancias, habrá también Gobiernos Regionales.
Filiación Cordimariana tendrá casas para su recto gobierno, para la formación espiritual de los miembros y para el ejercicio del apostolado.
Entre los miembros de Filiación Cordimariana habrá un grupo que se consagre a la vida de perfección cristiana por la profesión de la castidad perfecta afirmada con voto, por el voto de obediencia y por el voto de pobreza, que se incorporen a la Obra por un vínculo estable, mutuo y pleno.
De todos los miembros, lo mismo de los que se consagren en la forma predicha, como de los que sean afiliados a la Institución, debe exigirse una voluntad generosa, decidida a practicar la perfección evangélica.
En el centro de la Institución queda, antes como después, el Corazón de María como “Claustro” de nuestras hermanas, las Hijas del Inmaculado Corazón de María; la consagración a ese maternal Corazón constituye como el meollo espiritual propio de la Institución.
A todos los Hijos de la Congregación les exhortamos a que traten de conocer bien y a que amen de corazón esta Obra tan providencial revelada por Dios a nuestro Santo Padre Fundador. A todos rogamos que colaboren con celo propio de Hijos del Santo fundador a hacer prosperar esa Obra predilecta suya mediante el incremento de buenas vocaciones.
Téngase presente por todos la necesidad de la independencia de nuestras hermanas, las Hijas del Inmaculado Corazón de María, en su propio Gobierno. Esto es válido también para los asesores de la Obra a quienes, por su cargo, sólo compete el consejo, el apoyo moral y la ayuda espiritual en su propia esfera.»