Retomamos la historia que veníamos contando. Ya en Plasencia brotó la primera semilla y adelantábamos que empezaron a surgir distintos núcleos inquietos por llevar a cabo esta idea tan loca del Padre Claret. Gracias a nuestros hermanos claretianos todo fue tomando forma. Es ahí donde partimos hoy.
Los Superiores de la Congregación de los Hijos del Corazón de María se ponen manos a la obra. El Provincial de Bética, P. Alberto Goñi, delega en el P. José María Rodríguez Francia y constituye una Comisión que debe redactar los primeros Estatutos (guía escrita y aprobada para vivir el carisma). Integran esta Comisión los PP. Vicente Gómez, José María Rodríguez, Agapito Robles y Manuel Jiménez.
De esta Comisión nacen los Estatutos de 1944, que son los primeros. La redacción efectiva de estos Estatutos fue, ciertamente, obra directa del P. Manuel Jiménez aunque refrendada luego por dicha Comisión y aprobada por los Superiores Mayores de la Congregación Claretiana que, al fin, comienzan a tomar cartas en el asunto y a caer en la cuenta de que ha llegado el momento de buscar los cauces más adecuados para que aquella “esperanza amada” del P. Claret llegue a la plenitud de vida que, sin duda, el Espíritu del Señor le tiene destinada.
El P. Jiménez había redactado esos Estatutos para “su grupo” de Madrid (que empezaba a latir a la par que el de Plasencia, aunque sin relación entre ambos) y los presentó tal cual estaban cuando el Provincial de Bética, P. Goñi, convocó esa reunión que se llevó a cabo en Plasencia entre el 29 de agosto y el 8 de septiembre de 1944.
Con unas ‘normas’ escritas, se puede leer entre líneas que esto que comenzaba era serio, que querían que tuviera un carácter extendido en el tiempo. Los Hijos del Corazón de María cogen de la mano a las hijas, sus hermanas, para dar con ellas los primeros pasos de su existencia.