El pasado día de la Inmaculada Concepción celebramos en Madrid, en nuestra casa de formación, un acontecimiento que es para no parar de dar gracias a Dios: el 50 aniversario de la consagración de Julita y Mª Luisa. En el marco de la Eucaristía, renovaron su sí a Dios con más alegría y generosidad, si cabe, que la primera vez.
Con corazón tremendamente agradecido, comparten con nosotros unas líneas que expresan el júbilo por lo vivido toda una vida:
«En esta fiesta tan nuestra de la Virgen quiero expresar mi intensa acción de GRACIAS en el 50 aniversario de mi Consagración como Hija del Corazón de María.
No tengo palabras para agradecer tanto DON y tanta Misericordia al Señor y a la Madre. Ellos han hecho posible que, aún en medio de tanta pobreza y debilidad por mi parte, pueda entonar un canto de alabanza a Dios porque Él es siempre FIEL.
También quiero dar gracias al Instituto, mi segunda familia y donde encuentro el cariño, apoyo y el ejemplo de mis hermanas.
Agradezco también a mi familia que me ha ayudado con su entrega y amor a seguir siempre adelante.»
Julita (Centro de la Fragua)
«Tengo que agradecer muchísimo al Señor. Primero porque ha sido mi Padre misericordioso que continuamente me ha estado favoreciendo.
Unos meses antes de ingresar en el Instituto había muerto mi madre, y se quedaban mi padre y mi hermano solos, porque mi hermana ya tenía cuatro hijos, cuando me dijeron que viniera a la escuela de Alcorcón. Yo los dejaba con el Señor y la Virgen. Siempre le repetía al Señor cuando subía al autobús al venir: Tú cuida de ellos y yo trataré de preocuparme y ocuparme de Ti.
Y así ha sido toda mi vida hasta hoy, llena de confianza en el Señor y la Madre. Esta mañana en la oración le dije al Señor que son 50 años más separada de mi familia, ocupada directamente de Filiación Cordimariana. Él siempre ha sido mi guardián y junto con Él la Madre, que llevó al Señor en su seno, y me lleva a mí en su corazón.
Hace 50 años me hicieron una canción que dice “en tu camino dolor y gozo se han abrazado en una cruz”. Esto se hizo palpable ese día. Dolor porque dejaba a mi padre, mi hermano y mi hermana… Y gozo porque venía aquí porque Él así lo ha querido.
Doy muchísimas gracias porque Él sigue protegiéndome, ayudándome, estando conmigo; y de verdad yo intento corresponder a este amor del Hijo y de la Madre, del Esposo y de la Madre.»
María Luisa (Centro de Áncora)